Cuando 1+1=3

Mantengo mi postura de que las cosas pasan por algo. Pues bien, hace dos días mi padre me mandó un vídeo por email. Era sobre la primera vez que bañé a mi hermana –hace ya 17 años y pico, que se dice bien y pronto–. Pensaréis que qué os importa a vosotros la primera vez que bañé a mi hermana, y puede que tengáis razón, pero os pido un minuto de vuestras ajetreadas agendas porque esto es un tema de extrema necesidad, algo así como un SOS, como un mensaje en una botella que espera que alguien lo reciba y grite a los cuatro vientos que necesitan su ayuda.

Así que, con vuestro permiso, os voy a describir de la mejor forma posible ese vídeo.

Hablamos del 29 de noviembre de 1997, a las 21.00h. En el cuarto están mis padres, mi tía y mi nueva hermanita de tan sólo dos semanas de edad. Mi padre entonces empieza a grabar y me pregunta qué voy a hacer y yo respondo, con una dulce voz –como la de cualquier niña de cuatro años–: “Hoy vamos a bañar por primera vez a mi hermana Elena. Elena es muy guapa y la va a querer todo el mundo mucho, y le voy a cuidar yo. Le voy a frotar la barriguita y le voy a dar besitos y cuando sea mayor la voy a coger en brazos”.
Entonces mi padre me pregunta si la voy a llevar al colegio conmigo, ante lo cual yo respondo: “cuando tengas 9 años te voy a llevar a mi clase y siempre te voy a defender”.

No hace falta que os diga lo tremendamente orgullosa que me sentía ya por entonces de mi hermana, que en tan sólo 15 días nos había dado tantísimo. Ese pequeño ser acaparaba la atención de todos nosotros. Un bebé recién nacido que necesita el cuidado de una familia, el amor incondicional de todos los que forman parte de ella por y para siempre.
Y, ¿sabéis qué? Que Elena es una afortunada. Es una afortunada porque la queríamos desde el minuto cero, porque yo la quería sin haberla visto, porque la quería desde el momento en el que mis padres me dieron la que sin duda ha sido la mejor noticia que me han dado jamás “vas a tener una hermanita”, porque la quería desde antes de que todo eso ocurriese, antes de que a mi madre le creciera la tripa y, en fin, desde que les pedía a los Reyes Magos un hermanito…

Y, como Elena, como yo, como tú que lees estas palabras, millones de niños han experimentado lo que es el amor verdadero. No dejemos que nos engañen con chorradas –de esas que hoy en día abundan–. Que no nos inciten a encontrar el amor verdadero cuando eso es lo primero que conocemos desde el momento en que fuimos concebidos. No nos dejemos engañar, miremos a nuestro alrededor y pongamos cara a ese, nuestro amor verdadero.

Sin embargo, hoy no escribo para hablar de Elena, aunque parezca mentira –eso sí, prometo hacerlo un día–. Hoy escribo porque, como he dicho al principio de esta nueva entrada, creo que las cosas pasan por algo. Si hace dos días mi padre me mandaba este vídeo cargado a más no poder de amor, amor verdadero, hoy he leído una noticia que me ha partido el corazón en mil pedazos. Pedacitos tan chiquitines que me ha costado un buen rato volverlos a reunir. Y ya no puedo callarme más, porque creo que hago mal si lo hago, y en cierto modo creo que tengo que hacerlo. Me veo en la obligación de pedir ayuda, y la pido en nombre de todos los que no tienen voz. En nombre de esos a los que lamentablemente no se les deja tener voz, que son los mismos que tristemente jamás podrán saborear el amor verdadero, ni que su hermana mayor les frote la barriguita en su primer baño, ni disfrutar de las miles de cosas que la vida tenía esperando para ellos.

Y aquí no hay justificación ninguna. He leído un artículo -escrito por alguien sin corazón- que analizaba la importancia del aborto en la sociedad. La verdad es que suelo leer bastante a cerca de este tema, me gusta conocer bien los argumentos que la gente tiene tanto a favor como en contra y creo que ha llegado la hora de que aporte mi granito de arena a una triste guerra -porque ,reconozcamos que esto, no tiene otro nombre-. Empezaré diciendo que no creo que esté en nuestras manos el decidir quién vive o quién muere, eso para empezar. Por favor, estamos en el siglo XXI, un siglo en el que luchamos contra la desigualdad social, en el que buscamos frenéticamente la igualdad entre mujeres y hombres, en el que intentamos combatir la pobreza en los países subdesarrollados, un siglo en el que gritamos a los cuatro vientos que todos somos iguales y olvidamos lo que “todos” significa.  He leído argumentos como: "Los vientres libres, harán hombres libres", "madres libres" y créeme cuando te digo que la violencia contra otro ser humano, nunca es un derecho humano, Y oímos eso de "consigamos un aborto seguro" pero el que dice eso, no es consciente de que el aborto no puede ser seguro porque siempre acaba con la vida de alguien.
Así que, por favor, permíteme plantearte unas preguntas: Si todas las personas somos iguales, ¿por qué tratamos las vidas de los bebés de modo diferente? ¿Quiénes somos nosotros para quitarle la vida a alguien? Y aunque aún me quedan tropecientas cosas por aprender en la vida, esta última pregunta soy capaz de contestarla. Déjame que te diga que no somos absolutamente NADIE para decidir sobre la vida de otros. Y en “otros” incluyo a todos esos bebés a los que la sociedad se refiere con el patético término de “no deseados”. 

Me entran escalofríos. Esto ahora, porque las primeras lágrimas empezaron a caer hace un rato, cuando pienso en la cantidad de pobres indefensos que no han podido disfrutar de la vida. Que todos tenemos muy presentes eso de “sólo se vive una vez”, “live life to the fullest”, “live your life”, ”yolo”, “carpe diem”, y disfrutamos el momento egoístamente mientras privamos a otros de que lo hagan...

Si por lo menos estuviéramos en la posición de hacerlo, pero es que no lo estamos. Señores y señoras,  aquí ni pinchamos ni cortamos, aquí estamos de paso… y si alguien lo pone en duda que le de un poco al coco. Nuestro paso por la vida tiene un principio y un fin y esto no hay nadie que lo ponga en duda, básicamente porque no hay forma de hacerlo.

Y para que os voy a mentir, me pone de mal humor leer mentiras como esta: "Interrumpir el embarazo es una decisión muy ética", "no somos pro-aborto, somos pro-elección","Las mujeres tienen derecho a elegir sobre su vida y sobre su cuerpo". Estoy totalmente de acuerdo con esto, el problema aquí es que ya no se trata de la misma vida ni del mismo cuerpo.  Y los hay que critican esto alegando que el feto sin la madre no vive. Y ?que me decís de una persona que desgraciadamente tiene un accidente y depende de los cuidados de los demás para vivir, ¿ha dejado de ser un ser humano esa persona?


Intento ponerme en la piel de esas jóvenes que reciben la noticia. Una noticia que debería ser deseada pero que en ese momento les parte el corazón y, si os soy sincera, no puedo hacerlo. Soy consciente de lo delicado que es el tema y, por eso, me he animado a compartir mi opinión con vosotros, para que la sociedad sea consciente de qué siempre hay opciones, opciones que no impliquen ningún método de destrucción, soluciones como que hay miles de familias que buscan tener un hijo que no llega.

Y sólo pido que penséis en vuestros hermanos, hijos, cuando eran pequeños. Cuando necesitaban vuestra manita sujetándoles el débil cuello, cuando aún tenían el cordón umbilical, y penséis qué tipo de ser podría atreverse a hacerle daño.


Y, si me lo permitís, voy a seguir con mi experiencia personal. Mi mejor amiga estudia medicina. ¿Y sabéis por qué lo hace? Para ayudar, para salvar vidas, para curar… que es lo que se supone que un médico debe hacer, así que si no es mucho pedir me atrevería a proponer una oración por esos doctores que en vez de traer niños al mundo, contribuyen a que jamás lleguen a él, a que jamás conozcan el amor verdadero. Intento imaginarme si podrán dormir por las noches y aunque muchos argumenten que sí que lo hacen, estoy prácticamente segura de que hay algo dentro de ellos, como una luz de alerta, que de vez en cuando se enciende como señal de alarma.

Además, me veo en la obligación de hacer referencia también al argumento de aquellos que ven a la pena de muerte como algo horrible y tremendamente inhumano pero que no se escandalizan por el aborto.
¿Pero de qué vais? ¿Qué argumentos dais para diferenciar un tipo de muerte de otra? Las dos son iguales, cualquier tipo de muerte es igual de trágica y de injusta.

Y volvemos a jugar con el lenguaje, como tantísimas otras veces hemos hecho, porque somos unos manipuladores compulsivos, sí señor, eso es lo que somos. Lo llamamos interrupción del embarazo cuando en realidad es un asesinato. Nos echamos las manos a la cabeza cuando oímos las terribles noticias de que una madre mata a su hijo de dos años, y se nos parte el alma pensando qué tipo de monstruo podría hacer algo así, pero, aquí muy pocos –o por lo menos, menos de los que deberían– se llevan las manos a la cabeza cuando una madre mata a su hijo cuando aún lo lleva dentro de sí, sin darse cuenta que esa tarea no le corresponde a ella, que desde el momento en que esa nueva personita fue concebida, tenía vida y ella no tiene la autoridad para quitársela.
Así que creo que es el momento de pensar acerca de quiénes somos y qué estamos haciendo con nuestras vidas. Estoy rodeada de adolescentes con las hormonas revolucionadas que se toman al pie de la letra eso de carpe diem, y no son conscientes de que las cosas pasan, y arrepentirse al día siguiente, puede ser tremendamente caro...
Por eso creo que es el momento de dejar absolutamente todo y pensar en todos esos pobres bebés que jamás podrán estar un domingo por la noche viendo el peliculón de Antena 3, o no podrán chuparse el atasco de la A6 de camino al cole, o no podrán sentir el alivio que es aprobar selectividad, que jamás disfrutarán el placer de meterse una cucharada de Ben&Jerry's en la boca, que jamás oirán el mar, ni verán como el cielo cambia de colores, que jamás sentirán ese cosquilleo al despegar en un avión y que, en resumidas cuentas, jamás harán nada, absolutamente nada de lo que tu y yo vayamos a hacer, simplemente porque alguien a quien no le correspondía hacerlo, tomó la decisión equivocada de no dejarles existir.
  

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