Te lo prometo

Seattle, 

Tú, que llegaste a mí como un septiembre. Tú, que interrumpiste lo que más me gustaba. Tú, que atrasaste mi vida nueve horas y que pusiste sol donde antes había luna. Tú, que ni un segundo dedicaste a llamar a la puerta. Tú, que entraste sin avisar, sin que nadie te diera permiso y te atreviste a venir con cepillo de dientes incluido. Ignorante yo, que debí haber comprendido entonces que venías para quedarte. 

Tú, que me has hecho sentir lo que según Andrés Suarez se siente al “ver Santiago amaneciendo”. Tú, que me has ayudado a dejar de dar vueltas a la misma rotonda y que me has enseñado a caminar con los pies en la tierra y la mirada en el cielo. Tú, que has alineado mis renglones torcidos. Tú, que me has recordado que todo es cuestión de prioridades. Tú, que has conseguido que quite ese intermitente que tanto tiempo llevaba teniendo puesto. Tú, que has conseguido que tenga ganas de volver incluso sin haberme ido.

He decidido escribirte hoy, por si mañana no puedo hacerlo. Por si la nostalgia me roba las palabras, por si vuelvo a sentirme como una batidora. Por si vuelvo a estar hecha un lío. Por eso he decidido hacerlo ahora, cuando mi vuelo atraviesa un tramo de turbulencias.

Porque me niego a asumir que la distancia hace el olvido y mucho menos que la mejor medicina es el tiempo. Porque conocerte es querer quedarse. Porque una vez oí que lo más difícil siempre es empezar; ahora bien, comprobado queda, acabar no se queda nada corto. Sin embargo, estoy de acuerdo con eso de que el “mientras” es pan comido. 

¿Que si volveré? ¿De verdad tengo que responder a eso?

Te lo prometo. 


Comentarios

Entradas populares